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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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29-12-2009

 

 

Julio A. Louis

 

¿Reforma o revolución?

SURda

 

 

 

LaRca

 

 

En 1899 un célebre folleto sacude a Europa: “¿Reforma o Revolución?”. Su autora, una joven polaca, será la más brillante teórica del movimiento socialista internacional. Rosa Luxemburgo, nacida en 1871 y militante desde los 16 años, es perseguida por la policía y debe abandonar su país en 1889. Su influencia crece. En 1898 se radica en Alemania, centro del movimiento obrero internacional, y al año escribe ese folleto.

 

¿Un debate del pasado? ¿O de actualidad? Por de pronto, vale refrescar que Rosa ha influido notablemente en la generación revolucionaria del Partido Socialista de los 50 y 60; por ejemplo en Raúl Sendic.

 

Desde la década del 40 del siglo XIX, en paralelo a la lucha y organización del proletariado, se elabora el pensamiento socialista Sus teóricos comprenden que el desarrollo de las fuerzas productivas se acompaña de la pauperización de las grandes masas. El joven Federico Engels, escribe “La situación de la clase obrera en Inglaterra” (1845) y profetiza: “Pero de ahí deriva también, el profundo odio contra los ricos de toda la clase trabajadora [...] un odio que dentro de poco tiempo –se puede casi calcularlo- ha de estallar en una revolución, frente a la cual, la Revolución Francesa y el año 1794 serán juegos de niños.”

 

Hacia el fin del siglo el estallido no ha ocurrido y la perspectiva se diluye. Un discípulo suyo, Eduardo Berstein, revisa el pensamiento de Marx y Engels en “Socialismo teórico y socialdemocracia práctica” (1899). En el autor influye el desarrollo del capitalismo inglés y las mejoras experimentadas por el proletariado, mejoras que para la izquierda revolucionaria, son resultado de la despiadada explotación de los pueblos coloniales y dependientes. Pero Berstein creía que la mejoría sería continua, pacífica y volvería innecesaria la revolución. Afirma que “el movimiento es todo, el fin es nada”. El “movimiento” es la marcha gradual diaria y el “fin”, el socialismo como perspectiva. En cambio, Rosa en el primer párrafo de su obra responde: “Entre las reformas sociales y la revolución existe para la socialdemocracia un lazo indisoluble: la lucha por las reformas es su medio; la revolución social, su fin.”

 

La polémica se explica analizando al imperialismo. El capitalismo en expansión, penetra y deforma a las colonias y semi-colonias y distiende la lucha entre la burguesía y el proletariado metropolitanos, ya que en la medida que la producción se vuelca en esos lejanos mercados, las fábricas funcionan, los obreros mantienen su trabajo, y aún ganan salarios más altos. Para la burguesía metropolitana -como dijera el colonialista Cecil Rodhes- el imperialismo es “una cuestión de estómago” que evitaría la guerra civil. Para las clases y naciones explotadas, el `subdesarrollo' es distorsión económica impuesta por las naciones imperialistas en su provecho.

 

Ha pasado más de un siglo. El capitalismo ha seguido acumulando la riqueza disponible y (agudizando...) la miseria de las mayorías, y las luchas de clases, combinadas con las de las naciones explotadas y oprimidas contra las explotadoras y opresoras, han sido intensas. Por eso las revoluciones han estado en el orden del día del siglo XX, unas con aspiraciones socialistas, otras simplemente, de desarrollo nacional. Entre las primeras la rusa, la china, la vietnamita, la cubana; entre las numerosas segundas, en América Latina las protagonizadas por el MNR boliviano, el APRA peruano, el PRI mexicano. En el Cono Sur sudamericano resalta -con el objetivo de conseguir un “capitalismo nacional”- el bloque denominado ABC (Argentina, Brasil, Chile) bajo los gobiernos de Perón, Vargas e Ibáñez.

 

Pero las revoluciones han sido acompañadas de contrarrevoluciones. EE.UU. -guardia de seguridad del sistema- crea la Doctrina de la Seguridad Nacional. En su nombre, los pueblos han sufrido feroces tiranías. Pero si ellas han sido denunciadas por sus crímenes, no lo han sido suficientemente por el retraso intelectual provocado. Sólo ese retraso puede explicar que dirigentes hoy auto-rotulados de izquierda, puedan creer que un pequeño país dependiente (Uruguay) explotado por el imperialismo, se desarrolle por la vía capitalista, confiando en las inversiones extranjeras. La “teoría” hace unos años era de Carlos Menem. Hoy, desde cierta `izquierda' se replantea que hay vía libre para las reformas, suponiendo que el imperialismo no existe o que se ha vuelto respetuoso. Por eso, se debe cuestionar el conformismo de “arreglar las veredas” o el cuento propio de “Alicia en el país de las maravillas”, de que es posible avanzar indefinidamente respetando las reglas impuestas por el sistema capitalista.

 

El pensamiento de Rosa sigue en pie. Pero debe actualizarse el concepto de revolución.

 

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